domingo, 3 de mayo de 2015

MUSEO ARQUEOLOGICO DE SITIO RUMIPAMBA




  • DIRECCIÓN
Mariana de Jesus y Occidental

    • FECHA DE CREACIÓN

    A partir del año 2001 empieza su funcionamiento con el descubrimiento de primeros vestigios.

    • DESCRIPCIÓN:
    En medio de un vasto paisaje verde, amplios senderos forman laberintos que conducen a excavaciones cubiertas, para resguardar lo que esconden. Los senderos emanan un perfume fusionado de los aromas que expulsan las plantas endémicas de Quito como la chilca, helechos, uvillas y arrayanes. Mientras se disfruta de este fresco perfume silvestre, los viajeros continúan adentrándose por esos caminos sin imaginar que en un punto lejano existen espacios profundos que conservan restos de los primeros habitantes de Quito, que los arqueólogos localizaron en nueve unidades de investigación, a lo largo de 35 hectáreas de extensión. Uno de los senderos conecta a una gran excavación rectangular que tiene diferentes profundidades. Se unen unas a continuación de otras y forman gradas, que permiten ascender o descender entre los distintos niveles. En ese espacio los visitantes pueden descubrir el patrimonio de Quito que alberga el Parque ecológico y arqueológico Rumipamba. Ubicado en la avenida Mariscal Sucre y Mariana de Jesús, constituye uno de los lugares que ha sido levantado en medio del desconcierto de quienes lo descubrieron.

    Fue en 1990, cuando en el lugar estaba previsto construir un gran conjunto habitacional. La inmobiliaria empezó la obra, pero mientras levantaban las edificaciones un obrero descubrió restos humanos en una vasija y avisó al arqueólogo Alfredo Santamaría, que era amigo suyo. Él dio aviso al Municipio y se paralizó la edificación hasta realizar los estudios respectivos. Tras una excavación dieron con un gran hallazgo: osamentas, vasijas, grandes muros y hasta los restos de viviendas. Así se declaró al lugar como un espacio patrimonial. El recorrido dura alrededor de 90 minutos. En ese tiempo, los visitantes viven la experiencia de descubrir el patrimonio en una de las excavaciones, con ‘El arqueoloco’. Es un personaje que simula el trabajo del arqueólogo y lo transforman en una tarea divertida. El acto se inicia con una invitación para que los turistas desciendan a la profundidad y busquen entre la tierra. Ellos usan pequeñas palas, bailejos y brochas. No les importa ensuciarse. Se hincan o se sientan y empiezan a cavar. Si tienen suerte, encuentran trozos muy pequeños de vasijas que fueron escondidos por los mediadores. El hallazgo causa sorpresa entre los asistentes, quienes pueden llevarse a su casa lo que encontraron. “Esta es una forma que se ha ideado para que los visitantes custodien y se apropien del patrimonio de Quito. Así se genera conciencia de lo que tenemos”, explica Bernarda Ycaza, coordinadora del parque.


    La siguiente excavación muestra largos muros que no superan los 80 cm. de alto. La infraestructura evidencia la ocupación del sitio entre el período de Desarrollo Regional y Formativo (500 años dC). Grandes piedras los componen y se extienden de norte a sur y de este a oeste a lo largo de 100 metros. Se dice que eran divisiones urbanas que marcaban espacios de vivienda o de rituales. Lo llamativo: entre piedra y piedra hay cráneos humanos, distribuidos al azar. Ellos miran hacia el Guagua Pichincha. “Se cree - agrega Ycaza- que se los ubicó como algo ritual o simbólico, pues la montaña les proveía de agua, lluvia, pero también de eventos que hicieron que la gente saliese, cuando había erupciones”. Al descender por el parque se llega al Museo de Rumipamba. Funciona donde antes era una gran hacienda. Allí se encuentran varios objetos y osamentas. Estos, así como otros vestigios hallados en Quito, han sido analizados en el laboratorio que se instaló en el sitio.

    El recorrido continúa a través de los culúnculos, que son caminos cubiertos por vegetación. Parecen túneles y dentro de ellos, el ambiente se torna más fresco. Si los visitantes son altos deben agacharse. Estos senderos escondidos servían a los antiguos pobladores, en especial del noroccidente y también a los tsáchilas, para transportar productos entre las regiones o para el descanso. Uno de ellos conecta con los bohíos. Así se denominan a las casas de los antiguos habitantes, que se componían de barro y paja. En ese espacio se ambientó cómo vivían, sus talleres de trabajo y hasta cómo eran sepultados. Los restos fúnebres se enterraban en el exterior, junto a la casa. Algunos hallazgos se mantienen intactos y “muestran que se los ubicaba en posición fetal, en dirección al Sol, pero mirando hacia el Pichincha. Junto a ellos dejaban un fiambre, que contenía la comida que se llevaban al más allá”.



    La caminata es larga en Rumipamba. Hay tanto que mirar y conocer que entre paso y paso, el tiempo no se calcula. Las plantas, testigos del transitar de los casi 2 100 visitantes que mensualmente llegan al sitio, emanan otros aromas. Son las especies medicinales que sirven para curar enfermedades de forma natural, como la manzanilla y el toronjil. 


    • MULTIMEDIA



    • INFORMACIÓN
    HORARIOS: Miércoles a Domingo 08H00 A 16H00

    COSTO: Gratuito

    Teléfono: 295 7576

    Correo: bicaza@gmail.com

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